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La dictadura del cortoplacismo

Europa vive en un tiempo domi­nado por la cri­sis eco­nó­mica y sus efec­tos demo­le­do­res en nues­tra socie­dad, nues­tras empre­sas, nues­tra cul­tura, etc. Si bien la cri­sis económico-financiera puede tener algu­nos (pocos) efec­tos posi­ti­vos (menor pre­sión ambien­tal sobre el entorno, nece­si­dad de un cam­bio de para­digma en el modelo pro­duc­tivo, incen­tivo para la nece­sa­ria diver­si­fi­ca­ción de pro­duc­tos y mer­ca­dos, etc.), uno de sus efec­tos más noci­vos en el ámbito estra­té­gico es el que se refiere a la “dic­ta­dura del cortoplacismo”. 

 

Este “virus” se ha exten­dido por todo tipo de orga­ni­za­cio­nes empre­sa­ria­les y admi­nis­tra­cio­nes públi­cas, de manera que las nece­si­da­des urgen­tes y los obje­ti­vos a corto plazo impe­ran en la ges­tión estra­té­gica e impi­den tener una visión a largo plazo de los ver­da­de­ros retos estra­té­gi­cos. Esta visión a largo plazo es una de las pocas garan­tías para imple­men­tar con éxito las estra­te­gias que per­mi­tan afron­tar los gran­des retos que pre­senta la actual cri­sis, tal y como se ha demos­trado en el caso de los terri­to­rios y las empre­sas que mejor lo están haciendo.Sin ir más lejos, las comar­cas y terri­to­rios de Eus­kadi que cuen­tan con una posi­ción eco­nó­mica más solida son aque­llas que han sido capa­ces de man­te­ner esa visión a largo plazo y poner en mar­cha estra­te­gias que res­pon­dan a sus retos estratégicos. 

 

En la actua­li­dad tiene más sen­tido que nunca la cono­cida frase de que “cuanto más rápido se con­duce, más lejos deben alum­brar las luces”.En este esce­na­rio tan cam­biante e incierto, la pros­pec­tiva plan­tea pasar de la anti­ci­pa­ción a la acción a tra­vés de la apro­pia­ción. La pros­pec­tiva per­mite redu­cir el riesgo y el grado de incer­ti­dum­bre por­que pone en mar­cha un pro­yecto que per­mite iden­ti­fi­car los fac­to­res clave y sobre ellos imple­men­tar la estra­te­gia efec­tiva. Pero teniendo en cuenta que el éxito del pro­yecto depende de la apro­pia­ción. Por con­si­guiente, es la refle­xión pros­pec­tiva colec­tiva acerca de los fac­to­res de cam­bio y de las iner­cias del medio, la que da con­te­nido a la movi­li­za­ción y per­mite incor­po­rar la estra­te­gia. La apro­pia­ción inte­lec­tual y afec­tiva cons­ti­tuye el único camino para que la pre­vi­sión se con­vierta en acción eficaz.

 

 

De cara al futuro, las per­so­nas pue­den esco­ger entre cua­tro acti­tu­des fun­da­men­ta­les: sufrir el cam­bio (pasi­vi­dad), actuar con urgen­cia (la reac­ti­vi­dad), pre­pa­rarse para los cam­bios pre­vi­si­bles (la preac­ti­vi­dad) y, por último, actuar para pro­vo­car los cam­bios desea­dos (la proactividad). 

 

En un con­texto de cri­sis como la actual, la reac­ti­vi­dad pre­va­lece sobre el resto, y en un con­texto de cre­ci­miento, es pre­ciso anti­ci­parse a los cam­bios y pro­vo­car­los, fun­da­men­tal­mente, a tra­vés de la inno­va­ción. La pros­pec­tiva, la pre­vi­sión al ser­vi­cio de la acción, es la com­bi­na­ción nece­sa­ria de las tres acti­tu­des activas. 

 

Por tanto, huya­mos de la fata­li­dad que impone la “dic­ta­dura del cor­to­pla­cismo” y avan­ce­mos con acti­tu­des proac­ti­vas hacia el futuro deseado, que no está pre esta­ble­cido y que se cons­truye entre todos. El futuro es un ámbito de liber­tad, de poder y de volun­tad y está en nues­tras manos cons­truirlo. Como decía Séneca, “nin­gún viento es favo­ra­ble para quién no sabe adónde va”. 

 

Pen­se­mos en el largo plazo, actue­mos en el pre­sente y tra­ba­je­mos jun­tos por un futuro mejor. ¡Merece la pena!